Barroco, hoy: selección de contenidos
para una propuesta de educación literaria
Francisco Ramos Agudo, Uned
Cómo se cita este artículo
Ramos Agudo, Francisco (2015). «Barroco, hoy: selección de contenidos para una propuesta de educación literaria». SENSIGLORO. Sentido(s) de la Literatura del Siglo de Oro. Monografía 7. Disponible en: <http://sensigloro.weebly.com/>. [Acceso el XX/XX/XXXX]. I.S.S.N.: 2603-5960
Ramos Agudo, Francisco (2015). «Barroco, hoy: selección de contenidos para una propuesta de educación literaria». SENSIGLORO. Sentido(s) de la Literatura del Siglo de Oro. Monografía 7. Disponible en: <http://sensigloro.weebly.com/>. [Acceso el XX/XX/XXXX]. I.S.S.N.: 2603-5960
1. Por qué «Barroco, hoy»
Por todo profesional de la educación es sabido, o debiera
serlo, que no existe maestro que no pueda ser discípulo. Esta máxima, uno de
los tantos aforismos atribuidos a la figura clave del claroscuro literario barroco
que representa Baltasar Gracián, no ha perdido su vigencia pese a la pátina de
cuatrocientos años que la recubre; capa que, por qué no decirlo, parece nublar
la claridad de tantos y tantos profesores no tan longevos. No en vano, la
actividad laboral de un profesor de literatura no debiera limitarse únicamente
a exponer una serie de contenidos en sesiones magistrales, prescindiendo de
toda búsqueda de adecuación metodológica que, mediante una diversidad de estrategias,
materiales y recursos, permita al docente en cuestión conectar con sus
estudiantes de hoy en día; y, sin embargo, la selección previa de tales
contenidos es un paso ineludible. En todo caso, los tiempos cambian, y con ello
las prácticas culturales, conocimientos previos e intertextos lectores (Mendoza, 2006) de nuestros alumnos, por lo que
si queremos que el aprendizaje de estos sea realmente significativo, hemos de
acotar la distancia que existe entre sus fines formativos y nuestro propio
universo docente. Hemos, pues, de aprender de nuestros alumnos para poder
enseñarles; y el mejor espacio para ello no es sino el propio compartido por
todos esos actores: el hoy, el mundo que nos rodea.
Junto a ese interés por ese hoy, que ya advirtiera Antonio Machado es siempre todavía, la enseñanza literaria está ligada a cierta máxima ciceroniana: Historia magistra vitae. Todo acto de lectura, toda recepción pasiva, reproductiva y productiva[1] de cierta manifestación artística está alimentada, en mayor o menor medida, por la búsqueda de posibles respuestas para el incierto presente que nos brinda el pasado. No en vano, defendemos que:
Junto a ese interés por ese hoy, que ya advirtiera Antonio Machado es siempre todavía, la enseñanza literaria está ligada a cierta máxima ciceroniana: Historia magistra vitae. Todo acto de lectura, toda recepción pasiva, reproductiva y productiva[1] de cierta manifestación artística está alimentada, en mayor o menor medida, por la búsqueda de posibles respuestas para el incierto presente que nos brinda el pasado. No en vano, defendemos que:
No hay más que una manera de salvar al clásico: usando de él sin miramientos para nuestra salvación –es decir, prescindiendo de su clasicismo, trayéndolo hacia nosotros, contemporaneizándolo, inyectándole pulso nuevo con la sangre de nuestras venas, cuyos ingredientes son nuestras pasiones y nuestros problemas. En vez de hacernos centenarios en el centenario, intentar la resurrección del clásico. (Ortega y Gasset, 1983: 44)
Si bien considero que esta actitud sobre la lectura artística es extrapolable a toda obra, figura, movimiento, si hay una época a la que podemos reconocerle una absoluta y descarada actualidad, es el período Barroco. Puede resultar sorprendente realizar una afirmación así de un movimiento cuya defunción fue firmada hace más de trescientos años; mas, ¿no supuso tal etapa un momento histórico de crisis socioeconómica que recuerda a lo observado en los medios de comunicación de hoy en día? ¿Acaso no hallamos un correlato contemporáneo, en esta España corrupta, a las relaciones de poder en la Corte que definían las estructuras sociales del siglo XVII? ¿Y no sigue siendo la nuestra una sociedad de crecientes contrastes, tal y como lo fuera aquella encabezada por reyes de alta alcurnia merced a sus validos? Por otra parte, ¿no es la apelación a lo visual, a los sentidos, una característica inherente a sendas épocas barroca y actual? Estaremos de acuerdo en que vivimos inmersos en una cultura de la imagen[2]
(o, mejor dicho, de lo audiovisual) que nos mantiene en una constante interacción con estímulos que buscan mover nuestras emociones; una experiencia estética que, como recordaremos, está ya muy presente en una etapa barroca donde reina lo aparente y contradictorio, lo espectacular, lo sensorial (Maravall, 1975). Toda propuesta didáctica actual, pues, debiera amalgamar cuantos soportes fuera posible (texto, imagen, video, sonido, etc.) para apelar a cuantos sentidos se pueda y, de este modo, reforzar la predisposición del alumnado a construir su aprendizaje, fusionando así tradición y actualidad, ayer y hoy.
A la presentación de unas líneas de pensamiento que bien conoce nuestra sociedad, así como a la difusión de la expresión artística como plasmación de las mismas, dedicamos estas líneas y esta visual presentación. Con esta selección de contenidos, no pretendemos sino facilitar el acercamiento a ese universo de infinitas posibilidades que supone la literatura desde el compromiso compartido por cuantos poseemos vocación docente:
A la presentación de unas líneas de pensamiento que bien conoce nuestra sociedad, así como a la difusión de la expresión artística como plasmación de las mismas, dedicamos estas líneas y esta visual presentación. Con esta selección de contenidos, no pretendemos sino facilitar el acercamiento a ese universo de infinitas posibilidades que supone la literatura desde el compromiso compartido por cuantos poseemos vocación docente:
Los que hemos tomado en su día la decisión de convertir en trabajo aquella chispa de identificación estética con los textos literarios tenemos la obligación de defender no tanto un territorio personal, que sería la enseñanza de la Literatura, cuanto la idea de que es un instrumento imprescindible para la formación de los ciudadanos en múltiples aspectos […] en un sentido plural y democrático, por supuesto, no rígido y preceptista. (Villanueva, 1994: 97)
2. Educación literaria: notas mínimas
¿Enseñar literatura? Sí, pero no de cualquier manera. Los postulados historicistas otrora reinantes han perdido vigencia en un siglo en el que la educación se estructura en torno al desarrollo de competencias: la capacitación para el uso de recursos cognitivos que nos permita afrontar diversas situaciones. En nuestro ámbito, este concepto origina los términos de educación literaria o competencia lectora-literaria (Mendoza, 2004; Caro & González, 2013), los cuales muestran una concepción de la didáctica de la literatura caracterizada por su promoción de una lectura liberadora, y no controladora, del texto. No en vano, recordamos que este este no está acabado en sí mismo hasta que el lector lo convierte en un objeto de significado que, necesariamente, ha de ser plural (Barthes, 1973). El carácter liberador de la lectura, pues, refiere a la capacidad que el alumno debe desarrollar para disfrutar en la recepción del texto y construir significados adecuados en torno al mismo. Este objetivo, esta lectura autónoma liberadora, no es sino una consecuencia de un proceso de capacitación de habilidades lectoras que bebe de postulados pedagógicos constructivistas y cognitivistas (Piaget, Vygotski, Ausubel), así como de la Estética de la Recepción (Iser, Jauss, Kristeva). Sucintamente, podemos sintetizarlo en estos puntos:
- En línea con la individualización de la enseñanza, el alumno es el protagonista del aprendizaje en tanto que lector activo. Así, contrarrestamos la tradicional promoción de una lectura controladora donde el discente recibe una interpretación de un texto considerada, de forma errónea, universal y homogeneizada (Caro & González, 2013).
- El texto literario representa el eje vertebrador a partir del cual se organiza toda actividad didáctica. De este modo, aspiramos a que los alumnos desarrollen la capacidad de reconocer ciertos discursos como literarios[3] en tanto que actualizan permanentemente los saberes que componen la competencia literaria.
- El contacto con textos desarrolla en los alumnos una competencia lectora en la que entran en juego cuantos referentes y saberes conforman el intertexto lector del alumno, su amalgama de lecturas previas y nuevas, considerando sus conocimientos previos.
- Es pertinente que, señalado el carácter sensorial predominante en el Barroco, se intercalen junto con los propios textos complementos visuales o audiovisuales, en aras de una mayor comprensión y familiarización con la época y un aumento de los referentes y saberes que fundamentan las diversas lecturas de los alumnos.
- Del intertexto lector y las expresiones artísticas de diversa índole señaladas, de esa conexión entre lo conocido y el texto en cuestión, nace el acceso al significado: la comprensión e interpretación del texto. Se trata, pues, de una relación interactiva entre el lector y el propio texto mediada por el propio docente.
- Dado que el período abordado en esta propuesta es el Barroco, abundan acotaciones históricas a lo largo de la misma[4] para mayor inteligibilidad por parte de los alumnos. Asimismo, insistimos en que la significatividad es reforzada por la confrontación de textos literarios con correlatos artísticos contemporáneos con los que establecer comparaciones, así como con la propia actividad de (re)creación literaria en el aula.
- La construcción propia de significado durante y tras la lectura, desde una vertiente formativa y placentera, constituye la meta última de la recepción lectora y, en definitiva, de la educación literaria que defendemos (Mendoza, 2004).
3. Posibles objetivos y propuesta de contenidos
Tratando de seguir tales postulados teóricos, podemos
plantearnos los siguientes objetivos:
- Comprender la complejidad de la crisis socioeconómica y el pensamiento crítico del siglo XVII español (contrastes, tensión, luchas de poder, desengaño) a partir de hechos históricos y manifestaciones artísticas donde se da cuenta del mismo; fomentando así el establecimiento de correlatos temático-expresivos entre el Barroco y la actualidad.
- Conocer las principales manifestaciones artísticas de la etapa, incluyendo toda práctica cultural que enfatice el carácter visual, sensorial, espectacular del Barroco.
- Identificar en los textos literarios elementos temáticos y estilísticos que los identifican como pertenecientes a la cultura barroca (como melancolía, desengaño, innovación, polifonía, etc.) y contrastarlos con manifestaciones culturales de otras épocas.
- Asimilar y distinguir la importancia que las novedades introducidas en sendos géneros poético, prosaico y teatral en el Barroco español tuvieron para el desarrollo ulterior de la literatura no solo a nivel nacional, sino también en el plano internacional.
- Fomentar en los alumnos una recepción no solo pasiva, sino también reproductiva y productiva (creativa), de las obras de autores del momento como Quevedo, Góngora, Gracián, Lope de Vega, Calderón o Cervantes, reforzando su permanente actualidad.
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Índice de contenidos
1. El siglo XVII. Historia cultural y objetividad cronológica 2. Diferencias sociales. La Corte como espacio de poder 3. Los contrastes de la cultura barroca y su expresión artística 4. Síntesis artística barroca: literatura, imagen y espectáculo 5. Sobre la expresión literaria en el Barroco 5.1. Entre poetas anda el juego: novedad y tendencias 5.2. Prosas barrocas 5.3. El gran teatro del mundo 6. La gran novedad de la novela: Quijote, hoy |
3.1. El siglo XVII: Historia cultural y objetividad cronológica
La
actual concepción de la literatura es la de un continuum que, no
obstante, necesita de la creación de un discurso histórico para dar cuenta del
mismo; discurso, no obstante, falto de objetividad en tanto que esta conceptualización
es fruto de la mano del hombre. Este giro antropológico en la perspectiva del
investigador actual es la base de la denominada historia cultural, que merced a aportaciones de Mijail Bajtin,
Pierre Bourdieu o Michel Foucault se erige como un enfoque interesado por lo
simbólico, su interpretación y la construcción de su representación (Burke, 2006): una perspectiva potenciadora del
razonamiento y pensamiento crítico que todo docente debe tratar de desarrollar.
Principio básico de esta historia cultural es la desengañada afirmación de que “las novelas o los cuadros son siempre desinteresados, libres de pasión o de propaganda” (Burke, 2006: 36). Por ello, no existe mejor espacio que un siglo a menudo tildado de babélico y laberíntico, lleno de contrastes, para contribuir a la deseada educación literaria, crítica, de nuestros alumnos; siglo en el que, cuando la decadencia comienza a asolar a gran parte de sus ciudadanos, aún se pretende transmitir una marca de país valiente, noble, magnánimo.
Principio básico de esta historia cultural es la desengañada afirmación de que “las novelas o los cuadros son siempre desinteresados, libres de pasión o de propaganda” (Burke, 2006: 36). Por ello, no existe mejor espacio que un siglo a menudo tildado de babélico y laberíntico, lleno de contrastes, para contribuir a la deseada educación literaria, crítica, de nuestros alumnos; siglo en el que, cuando la decadencia comienza a asolar a gran parte de sus ciudadanos, aún se pretende transmitir una marca de país valiente, noble, magnánimo.
El enfoque adaptado, no obstante, es a menudo atacado en tanto que subjetivo y, por ende, poco riguroso: argumento de quienes pretenden hacer del arte y sus manifestaciones una ciencia natural, positivista, exacta. Ya que no defiendo la construcción de castillos en el aire, y creo que toda interpretación o hermenéutica debe estar debidamente justificada, considero que toda sesión debe comenzar por refugiarse en la objetividad cronológica de unos acontecimientos que influirán en el entramado literario que conforma la literatura barroca. Por ello, es conveniente partir de un referente cronológico acompañado de imágenes sobre los principales hechos acaecidos en Europa y España en el siglo XVII en nuestras sesiones. Tal documento no deber ser estrictamente objeto de memorización, sino una herramienta auxiliar a la cual los alumnos habrán de recurrir con asiduidad para comprender el momento histórico que están descubriendo; así como se pueden crear actividades para la primera clase en torno al mismo como, por ejemplo, plantear sus reflexiones sobre el mismo en un e-portfolio. Considero esta historicista visión un buen comienzo dado que conforme avancemos, esta deberá quedar supeditada al contacto directo con manifestaciones culturales, especialmente literarias. Asimismo, el eje da cuenta de la extraordinaria carga de complejidad de un siglo en que confluyen lo histórico y transhistórico a la vez (R. De la Flor, 2002).
3.2. Diferencias sociales: la Corte como espacio de poder
Una
vez los alumnos contactan con la historicidad del siglo XVII, a partir de la
cual se reestructuran las relaciones de poder tanto a nivel nacional como
europeo, es necesario que reflexionen sobre los motivos de tan frenética
actividad. Desde mi punto de vista, es pertinente que los discentes comprendan
cómo la crisis social y económica que asola este siglo contribuye a crear un
clima psicológico en cuyo seno surge, y del cual asimismo se alimentan, los
diversos campos de la cultura conocida como Barroco (Maravall, 1975). No obstante, y dada la afinidad de
este bloque con el de inmediatamente posterior tratamiento, es preferible
comenzar por el entramado de relaciones
de poder que estructura la sociedad desde la base hasta, sobre todo, sus
más altos estamentos.
La decadencia militar, económica y social de un país no afecta en los momentos de crisis como este (es decir, el del siglo XVII) a todos los miembros de una sociedad por igual. De hecho, son épocas en las que se polarizan las posiciones: en nuestro caso, se consolida la monarquía absoluta, que concentra el poder en manos del rey y sus cortesanos más próximos, la nobleza y el clero acaparan propiedades, al mismo tiempo que la burguesía pierde influencia; y, por supuesto, no digamos el pueblo llano, donde aumenta la desocupación laboral y, en general, la marginación. El mejor medio para que los alumnos aprehendan esta realidad clasista de la época se puede encontrar en nuestro propio contexto socioeconómico, y por ello, es a partir de una serie de titulares periodísticos como podemos plantear una aproximación a la estratificación de la sociedad del siglo XVII; no en vano, comparto la sociológica afirmación de que “no se puede estudiar ningún aspecto relacionado con la producción literaria de esta época sin tener en cuenta su profunda interacción social” (Gutiérrez, 2005: 267).
¿En qué medida afecta a la producción cultural la estratificación social? Para responder a esta pregunta, hemos de acercarnos al lugar donde se concentra el poder en esta sociedad: el palacio, la Corte. Es este el lugar donde habitan unos reyes cuyas pocas inclinaciones al poder potencian la creación de una figura, la del valido, con poderes plenipotenciales. Estos (Duque de Lerma, Conde Duque de Olivares,…), entre otras muchas competencias, van a determinar el grado de potenciación cultural que se adopte en los sucesivos reinados. Y, lógicamente, la producción literaria nace en torno a este espacio de poder, la Corte, que actúa como factor de codificación (Ruíz Pérez, 1998): los escritores tratarán de hacerse con un lugar destacado en la misma, conscientes de que en ella se aglutina el poder simbólico que rige la pervivencia o no de sus creaciones, a partir de lo que Bourdieu[6] llamara posicionamiento y distinción (Bourdieu, 2012). La Corte es un centro de influencia, cuyos componentes se erigen en jueces de la literatura que se produce: un símbolo de la cultura como exhibición de poder, legitimación y diferenciación social. De este modo, son habituales prácticas como el mecenazgo cultural, la ostentación de capital simbólico de diversa índole (ingenio, agudeza conceptista, producción masiva), o la competitividad entre los artistas: hechos que conforman el inicio de un mercado cultural de consumo y que han llevado a algunos autores a ubicar en el período Barroco el nacimiento del primer campo literario español (Gutiérrez, 2005).
Continuando con el sociólogo francés, en todo campo literario siempre son perceptibles sendos polos de producción masiva o restringida, popular o elitista (Bourdieu, 2012). Aun sin exigir la profundidad que un tema como el presente mereciera, considero que todo alumno puede reconocer a partir de la lectura ciertos aspectos sociológicos de la creación literaria. La Corte, además, es protagonista de los propios textos literarios en tanto que espacio descrito, cuyas relaciones son en multitud de ocasiones pretexto para la producción artística. De este modo, a partir de textos propios de la época, los alumnos pueden reconocer y explicar puntos que el docente, previamente, presente: clases sociales, la figura del valido, la decadencia de los Austrias y la entrada en España de los Borbones, etc. Asimismo, y en aras de hacer patente la transversalidad e interrelación entre estos contenidos y otros aspectos lingüístico-literarios, es conveniente apelar a conocimientos previos como la tipología de los titulares periodísticos o diversos géneros literarios. Es esta conexión entre la información nueva y los contenidos previos el mejor camino, creo, para convertir aquella en conocimiento realmente significativo.
A lo largo de las sesiones en que los alumnos deberán tratar los contenidos apuntados, en las cuales podrán servirse del siempre auxiliar eje cronológico previamente expuesto, se podría trabajar sobre textos donde se hacen evidentes, si se realiza una lectura competente de los mismos, las ideas vertidas sobre este universo barroco que los alumnos están viviendo y viendo, como Andrenio, y (re)construyendo.
La decadencia militar, económica y social de un país no afecta en los momentos de crisis como este (es decir, el del siglo XVII) a todos los miembros de una sociedad por igual. De hecho, son épocas en las que se polarizan las posiciones: en nuestro caso, se consolida la monarquía absoluta, que concentra el poder en manos del rey y sus cortesanos más próximos, la nobleza y el clero acaparan propiedades, al mismo tiempo que la burguesía pierde influencia; y, por supuesto, no digamos el pueblo llano, donde aumenta la desocupación laboral y, en general, la marginación. El mejor medio para que los alumnos aprehendan esta realidad clasista de la época se puede encontrar en nuestro propio contexto socioeconómico, y por ello, es a partir de una serie de titulares periodísticos como podemos plantear una aproximación a la estratificación de la sociedad del siglo XVII; no en vano, comparto la sociológica afirmación de que “no se puede estudiar ningún aspecto relacionado con la producción literaria de esta época sin tener en cuenta su profunda interacción social” (Gutiérrez, 2005: 267).
¿En qué medida afecta a la producción cultural la estratificación social? Para responder a esta pregunta, hemos de acercarnos al lugar donde se concentra el poder en esta sociedad: el palacio, la Corte. Es este el lugar donde habitan unos reyes cuyas pocas inclinaciones al poder potencian la creación de una figura, la del valido, con poderes plenipotenciales. Estos (Duque de Lerma, Conde Duque de Olivares,…), entre otras muchas competencias, van a determinar el grado de potenciación cultural que se adopte en los sucesivos reinados. Y, lógicamente, la producción literaria nace en torno a este espacio de poder, la Corte, que actúa como factor de codificación (Ruíz Pérez, 1998): los escritores tratarán de hacerse con un lugar destacado en la misma, conscientes de que en ella se aglutina el poder simbólico que rige la pervivencia o no de sus creaciones, a partir de lo que Bourdieu[6] llamara posicionamiento y distinción (Bourdieu, 2012). La Corte es un centro de influencia, cuyos componentes se erigen en jueces de la literatura que se produce: un símbolo de la cultura como exhibición de poder, legitimación y diferenciación social. De este modo, son habituales prácticas como el mecenazgo cultural, la ostentación de capital simbólico de diversa índole (ingenio, agudeza conceptista, producción masiva), o la competitividad entre los artistas: hechos que conforman el inicio de un mercado cultural de consumo y que han llevado a algunos autores a ubicar en el período Barroco el nacimiento del primer campo literario español (Gutiérrez, 2005).
Continuando con el sociólogo francés, en todo campo literario siempre son perceptibles sendos polos de producción masiva o restringida, popular o elitista (Bourdieu, 2012). Aun sin exigir la profundidad que un tema como el presente mereciera, considero que todo alumno puede reconocer a partir de la lectura ciertos aspectos sociológicos de la creación literaria. La Corte, además, es protagonista de los propios textos literarios en tanto que espacio descrito, cuyas relaciones son en multitud de ocasiones pretexto para la producción artística. De este modo, a partir de textos propios de la época, los alumnos pueden reconocer y explicar puntos que el docente, previamente, presente: clases sociales, la figura del valido, la decadencia de los Austrias y la entrada en España de los Borbones, etc. Asimismo, y en aras de hacer patente la transversalidad e interrelación entre estos contenidos y otros aspectos lingüístico-literarios, es conveniente apelar a conocimientos previos como la tipología de los titulares periodísticos o diversos géneros literarios. Es esta conexión entre la información nueva y los contenidos previos el mejor camino, creo, para convertir aquella en conocimiento realmente significativo.
A lo largo de las sesiones en que los alumnos deberán tratar los contenidos apuntados, en las cuales podrán servirse del siempre auxiliar eje cronológico previamente expuesto, se podría trabajar sobre textos donde se hacen evidentes, si se realiza una lectura competente de los mismos, las ideas vertidas sobre este universo barroco que los alumnos están viviendo y viendo, como Andrenio, y (re)construyendo.
3.3. Los contrastes de la Cultura Barroca y su expresión artística
Tal y como ya anticipáramos, el siglo XVII constituye una época en que se enfatiza la conciencia de malestar e inquietud que caracteriza al hombre moderno; y, al mismo tiempo, se erige como una época de vastísima cultura. Por ello, hay quien afirma que la verdadera esencia de la cultura barroca es precisamente su condición de respuesta dada por parte de los grupos activos de una sociedad en dura crisis tanto económica como social (Maravall, 1975); una manifestación, de este modo, compleja y variada:
El Barroco no constituye solo una exacerbación de lo morfológico hacia lo agitado y recargado, sino algo más profundo que, si bien se manifiesta en ese desbordamiento de lo aparencial y sensorial, sin embargo, los determinantes psicológico-espirituales de esa transformación constituyen algo complejo y profundo que afecta igualmente al pensamiento y a la vida en general, y cuya exteriorización en las manifestaciones artísticas y literarias no siempre supone dinamismo, complicación, recargamiento (Orozco, 1988: 14)
Desde
tal perspectiva del Barroco como concepto de época que se extiende a toda
manifestación cultural de la misma, es menester aclarar una serie de puntos. Si
bien los sectores dominantes de la cultura se caracterizan por su dirigismo,
masivo alcance y conservadurismo (Maravall, 1975), hemos de considerar también la
existencia de espacios de disidencia, un gusto por lo elitista, estético o
ingenioso, así como fundamentos de un racionalismo filosófico y científico,
respectivamente. De este modo, la cultura estudiada se caracteriza por la
tensión nacida del contraste entre factores que actúan de modo simultáneo:
-
Como ya viéramos,
existe una diferencia de clases muy
evidente, gestándose gran parte de las prácticas culturales en torno a aquellos
que atesoran el poder. Así, la monarquía absoluta hace gala del complejo
sacro-profano; esto es, la unión inseparable entre religión y política. Esta
conexión va a estar muy presente en toda expresión artística de la alta
cultura, reforzando su supremacía.
- No obstante, conscientes de que tal unión no exhibe sino el poder de una minoría sobre el pueblo, se desarrolla una filosofía moral que ahonda en la idea barroca por excelencia: el desengaño vital, el desencanto por la vida en que unos pocos disfrutan de privilegios mientras la crisis azota a la gran mayoría; vida en la que todo no es sino, como cantara Krahe y muestra las ilustración, vanidad.
- En esa idea de desengaño caben toda una serie de posturas (escepticismo, nihilismo, rebeldía, tenebrismo) en que se evidencia la desilusión, la instalación en la mente de logros menores que las aspiraciones: “una alta capacidad para deprimir y enturbiar la dimensión humana” (R. De la Flor, 2002: 45). El desengaño, pues, está íntimamente ligado al concepto de la melancolía.
- La locura del mundo, el mundo al revés y, en última instancia, el mundo como laberinto. Íntimamente ligados, tales tópicos nacen del desorden económico y social que asola la época. Los hechos del siglo XVII revelan la inexistencia de lógica existencial alguna, mostrándose este mundo como un ente incomprensible, confuso, desordenado, lleno de falsas apariencias y violento. Los ciudadanos, pues, son conscientes de la inestable posición y función de los diversos grupos que conforman la sociedad Barroca (Maravall, 1975). Este pensamiento se traduce en varias expresiones artísticas; basta pensar en la figura del loco en el teatro, siendo este el que en última instancia nos muestra la verdad más fiel que se esconde tras toda apariencia o enredo.
- Mención aparte merece la concepción del mundo como teatro, o teatro como mundo. Según esta, cada hombre tiene un papel en su vida o representación, que no obstante es temporal y cambiante; y, de este modo, pura apariencia. Hay para quien este tópico magistralmente desarrollado por Calderón de la Barca no hace sino desvalorizar el mundo, convirtiéndose así “en el resorte de mayor eficacia inmovilista” (Maravall, 1975: 320). También en Calderón es donde más evidente se hace la expresión de la vida como sueño: esto es, la confusión entre realidad e ilusión de que debe cuidarse el hombre para desengañarse, sobrepasar el engaño a los ojos y alcanzar la, aunque melancólica, verdad.
- El último de los grandes tópicos barrocos lo constituye la caducidad de lo humano: el hombre es un ser hecho para morir, al final todo se convertirá en polvo, de modo que vida no es sino una vanidad pasajera. Tal imagen nos ayuda a entender la pesadumbre y melancolía exhibidas por los artistas del Barroco, y está relacionada con la presentación de la vida como camino o peregrinación, o incluso como una encrucijada o lucha desengañada (R. De la Flor, 2002).
No
obstante la existencia de otros tópicos, esta podría constituir una
aproximación a un tema verdaderamente complejo, planteando una serie de
actividades para la familiarización con los mismos por parte de los discentes.
Asimismo, estas imágenes recurrentes se plasman en un discurso literario
dinámico, intenso y dramatizado donde gozan de gran importancia tanto el
componente ideológico como el retórico; esto es, de fin persuasivo. Pese a que al
abordar la expresión literaria volveríamos a tratar tales características, es
necesario que en este bloque de contenidos los alumnos se familiaricen, además
de con los tópicos o metáforas nucleares ya plasmadas, con rasgos de estilo
retórico característicos de las diversas expresiones literarias:
|
- Conceptismo: ingeniosa asociación entre palabras e ideas nacido de la exigencia de un público erudito para el que la imitación aristotélica ya se ha agotado, y que gusta de una poética del asombro, la dificultad, e incluso la oscuridad[7].
- Hipérboles y juegos con lo desmesurado; calambures, retruécanos y otras llamadas a la verbosidad; o el aticismo que nace de las elipsis, paranomasias, zeugmas o sentencias son algunas de las figuras literarias más frecuentes.
- Y, por supuesto, el nuclear peso de la alegoría, que para algunos estudiosos no constituye sino la principal clave conceptual del cataclismo de la cosmovisión Barroca como heredera de la Antigüedad y la Edad Media (Méndez, 2006).
3.4. Síntesis artística barroca: literatura, imagen y espectáculo
El
dinamismo, intensidad y juego de contrastes del discurso literario reflejados
en el bloque de contenidos anterior no se dan únicamente en el territorio de la
palabra escrita. Por el contrario, el Barroco constituye una época
especialmente sensorial en todas y cada una de sus manifestaciones estéticas:
arquitectura, escultura, pintura, etc. Es importante, pues, que los alumnos
conciban la época desde su perspectiva de síntesis de las artes en tanto que
espectacular llamada a los sentidos. No obstante creo, y es algo que
compartiremos todos los que participamos de este proyecto, que el análisis de
la literatura barroca desde su apelación
sensorial a lo visual, táctil, auditivo, e incluso olfativo y gustativo
posee una enorme potencialidad didáctica en pleno siglo XXI. Los nuevos medios
de expresión cultural (cine, radio, publicidad) amplían las posibilidades
metodológicas de la unión entre lo literario y lo visual tan netamente barroco.
Basta con asomarse a cómo los propios reyes se servían de medios visuales para
reforzar sus objetivos sociopolíticos (Maravall, 1975); en otras palabras, trataban de crear
“una imagen utópica del monarca, dechado de virtudes y cualidades que,
mayoritariamente, nada tenía que ver con la verdadera imagen” (De la
Torre, 2000, pág. 13). Este breve epígrafe, pues, trata de
que los alumnos sean conscientes de la persuasión
que ejerce la apelación sensorial en sí misma: un deleite explicitado, en grado
sumo, en el concepto mismo de espectáculo barroco.
Al respecto, cabe destacar cierto material didáctico elaborado por la propia UNED; esto es, el documento audiovisual, titulado El Teatro Barroco y los espacios de su representación, al que corresponde la ilustración subsiguiente. Si bien el mismo excede los fines pretendidos, el docente puede guiar a los alumnos para que focalicen su atención en la sucesión de imágenes que, junto a la propia explicación, sustenta el vídeo. Asimismo, podríamos plantear actividades fijadas en relación a este que fomenten el contacto artístico directo por parte de los alumnos; esto es, el predominio de los estudiantes como verdaderos protagonistas del aprendizaje (Medina y Salvador, 2002); o, por qué no, relacionadas con otros medios ya citados, como los titulares periodísticos. Con este bloque de contenidos, pues, enfatizamos el aspecto plurisensorial inherente a la literatura barroca como una estupenda herramienta al servicio del desarrollo de la pretendida competencia lectora-literaria. |
3.5. Sobre la expresión literaria en el Barroco
Expuesta
ya la sensorialidad multidisciplinar del Barroco, y conectando con aspectos ya
eminentemente literarios, comienza el que pudiera ser núcleo esencial de una buena
propuesta didáctica. Para ello, antes de adentrarnos en aspectos genéricos
concretos, los alumnos habrían de realizar un contacto con algunos de los
medios expresivos más frecuentes en la expresión literaria de la época. No en
vano, pese al contexto decadente en que se enmarcan, o quizás precisamente
debido a este mismo, las producciones estudiadas nacen:
en el mismo momento en que los productores de metáforas estaban logrando las más complejas síntesis y los más acabados emblemas del alma barroca occidental […] La representación barroca se muestra entonces, como ha escrito J.R. Beverley siguiendo a Maravall, como una «ingeniería lírica» donde se sublima la realidad del mundo hispano. (R. De la Flor, 2002: 25)
El mejor modo de adentrarnos en este entramado literario es a partir de aquel género de alto valor didáctico de doble condición de lenguaje y juego, instrucción y aprendizaje deleitoso, verdadero entendimiento en acción (Escudero, G.ª Tomé y Pérez Fernández, 2009): la poesía.
3.5.1. Entre poetas anda el juego: novedad y tendencias
A
caballo entre los siglo XV y XVI, el profesor Paolo Beni desligó a la
literatura de la necesidad de claridad y precisión, exigiéndole así un solo
requisito: magnificiencia (Maravall, 1975). Si bien esta
cualidad el hombre barroco la extiende a diversos aspectos de su vida
(arquitectura, política, arte bélico), es especialmente significativa en lo
poético, donde la estética de la dificultad de las nuevas generaciones de
poetas superará a los otrora reinantes petrarquismo, horacionismo, y demás
caminos líricos de finales del siglo XVI. En el nuevo siglo, asistimos a una
diversificación de los modos, temas y formas que la poesía plasma (amorosa,
satírico-burlesca, moral, religiosa, etc.) según su transmisión impresa,
manuscrita y oral, las inclinaciones de corte culto o popular, los tópicos ya
presentados o las propias formas estróficas (sonetos, silvas, octavas, décimas,
romances): una renovación, un cambio de gusto respecto a modelos expresivos
anteriores que intensifica el artefacto elocutivo.
Los caminos tomados por la poesía barroca comparten un carácter polifónico[8], una fusión simultánea de diversas líneas exploradas por los artistas, quienes no se adscriben a una sola temática; si bien es cierto que tienen sus predilecciones (el amor en Lope, por ejemplo). Por eso, hemos de cuidarnos de limitar la producción de los poetas a un carácter monotemático y exponer las posibilidades expresivas poéticas de la etapa sin caer en artificiales separaciones:
Los caminos tomados por la poesía barroca comparten un carácter polifónico[8], una fusión simultánea de diversas líneas exploradas por los artistas, quienes no se adscriben a una sola temática; si bien es cierto que tienen sus predilecciones (el amor en Lope, por ejemplo). Por eso, hemos de cuidarnos de limitar la producción de los poetas a un carácter monotemático y exponer las posibilidades expresivas poéticas de la etapa sin caer en artificiales separaciones:
¿Deberíamos pensar que el conceptismo es fundamentalmente la búsqueda de un pensamiento sutil, mientras que el culteranismo es esencialmente una búsqueda de expresión? No, porque los juegos conceptistas tienen a menudo una profundidad relativa y se apoyan casi siempre en los sonidos de las palabras. ¿Deberíamos establecer una equivalencia entre el conceptismo y la prosa, por un lado, y el culteranismo y el verso por otro? No, ya que el conceptismo triunfa tanto en el verso como en la prosa del siglo XVII (aunque la casi totalidad de las obras calificadas como culteranas están escritas en verso). Finalmente, ¿deberíamos decir que Quevedo (o Gracián) encarna el conceptismo y Góngora el culteranismo? No, ya que Góngora es tan conceptista como Gracián o Quevedo, y sucede que Quevedo llega a practicar un arte culterano (si bien es cierto que las obras maestras de la poesía culterana se deben a Góngora, y que la mayoría de los paradigmas conceptistas, entre los que se encuentran los más perfectos, salen de la pluma de Quevedo). El problema consiste en que las nociones de conceptismo y de culteranismo no se oponen, sino que se superponen. (Chevalier, 1995: 107)
¿En qué
consiste la estética de la dificultad? La poesía del siglo XVII explora nuevos
horizontes en tanto que es comprendida como ejercicio intelectual: cuanto más
complejo sea su entendimiento, mayor placer estético supondrá para el erudito
lector que lo alcance. No obstante, se trata de un género que se aleja del
vulgo para adoptar una perspectiva elitista que se advierte tanto contenido
como lenguaje. La imitación aristotélica, ya agotada, da paso al conceptismo, a
la poética que reposa sobre la facultad del ingenio para identificar agudezas
envueltas en figuras retóricas, tal y como se nos presentara en Agudeza y arte de ingenio:
Lo que es para los ojos la hermosura, y para los oídos la consonancia, eso es para el entendimiento el concepto […] se puede definir el concepto: es un acto del entendimiento que exprime la correspondencia que se halla entre los objetos. (Gracián, 2001: 51)
La belleza poética, pues, es intelectual. No obstante,
los diversos caminos en que se concreta requieren de unas matizaciones que
garanticen la rigurosidad de nuestros planteamientos:
- Conceptismo no es sinónimo de oscuridad. Frente a la mera ininteligibilidad del segundo término, el primero se sustenta sobre una serie de correspondencias, relaciones, de carácter ingenioso. Hemos de tomarlo desde un punto de vista general, concretado en sendas vertientes culterana y, he aquí el núcleo de la confusión que tantos equívocos ocasiona, conceptista.
- Culteranismo es un término polémico en tanto que, nacido por semejanza a luteranismo, viene a significar una suerte de herejía literaria (Chevalier, 1995). Por ello, es preferible hablar de una línea culterana cuyo estandarte no es sino Luis de Góngora, caracterizada por su esplendor formal: notable presencia y carácter nuclear de las metáforas, estructura bimembre, neologismos y cultismos, sintaxis latinizante, colorido, musicalidad… ejercicio de erudición que potencia, podemos incluso decir que abusa de ellos, los recursos estilísticos.
- Por su parte, la línea conceptista llevada a su máxima expresión por Quevedo sitúa en primera línea las relaciones o correspondencias a través dilogías, calambures, laconismos, etc. Si bien hay quien distingue entre agudeza verbal y conceptista (Chevalier, 1995), disquisiciones de tal calibre se limitarán a otros niveles de lectura.
3.5.2. Prosas barrocas
Los
sucesivos estudios sobre el tema nos han mostrado cómo la sociedad española del
siglo XVII tenía más contacto con los textos en general, y probablemente
también con los literarios, del que podríamos suponer en un principio (Gutiérrez, 2005). Si bien la poesía
fue quizás la forma literaria por excelencia, no hemos de desdeñar en absoluto
la producción en prosa. Frente a la
línea idealista de los libros de caballería y novelas pastoriles
predominante en el período renacentista en que el héroe triunfa sobre las
dificultades (algo similar, por otra parte, a muchas de las más populares
películas norteamericanas de la actualidad), el estado psicológico imperante en
la cultura barroca exige la potenciación de líneas más críticas: esto es, una
serie de tendencias que resumo en
los siguientes puntos (INTEF, 2009):
- La novela picaresca, como heredera de lo apuntado en El lazarillo de Tormes, se convierte en lo que en la actualidad calificaríamos de auténtico best-seller merced a rasgos heredaros del anónimo precursor (narración autobiográfica, humildad del protagonista, supervivencia a través de diversos amos), mas desde una perspectiva desengañada en la que el pícaro protagonista no es corrompido por sus experiencias, sino que simplemente exhibe su verdadera naturaleza. En esta línea, cuyos máximos exponentes no son sino La vida del pícaro Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, y La vida del Buscón llamado Don Pablos de Quevedo, se enfatiza el escepticismo imperante en el pensamiento de la época.
- Asimismo, la Corte es testigo de duelos por el amor y el honor en una serie de novelas cortas como aquellas de Lope de Vega[9] a Marcia Leonarda, o las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas y Sotomayor; escritora esta última que ha acaparado la mayor atención por parte de la crítica académica. Junto a esta, la novela dialogada también suele centrar su atención en el aspecto amoroso, y así ocurre en el caso de Lope con La Dorotea.
- No obstante, considero menester centrar la atención sobre aquella línea didáctica, literatura de ideas que en ocasiones adopta una perspectiva satírica y moralizante que ahonda en caricaturizaciones (El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara o Los sueños del omnipresente Quevedo), mientras que en otras tantas enfatiza el propio conceptismo en sí mismo. Según esta última forma de expresión, la cual ES clave para comprender una amplísima gama de textos barrocos, hemos de explorar la prosa de Baltasar Gracián. No obstante, su Arte de ingenio (1642) y la Agudeza y arte de ingenio (1648) marcan el momento en el que “el concepto de agudeza ocupa el centro del discurso literario español” (Gutiérrez, 2005: 96).
Las
diversas líneas apuntadas pueden ser contratadas en función de los fragmentos
textuales que el profesor presente en clase en una sesión; mientras que en
otra, el énfasis se podría poner sobre aquella magna pluma que sintetiza el
pensamiento de la literatura barroca, cuyo retrato encabeza estas líneas. Soy
consciente, no obstante, de que una obra como El Criticón no es apta para todos los públicos por su densidad. Por
lo tanto, no pretendo que los alumnos lean una obra en su totalidad para la
cual no están capacitados; mas sí que se familiaricen con una perspectiva
didáctica de la literatura que, creo, compartimos todos los docentes sea cual
sea la materia y etapa en que desempeñen su labor:
«Saber vivir es hoy el verdadero saber», advierte Gracián, lo que equivale a postular un saber, no en tanto que contemplación de un ser sustancial, esto es, no en tanto que conocimiento último de tipo esencial del ser de una cosa, sino entendido como un saber práctico, válido en tanto que se sirve de él un sujeto que vive. Para Gracián y los barrocos, vivir es vivir acechantemente entre los demás, lo que nos hace comprender que ese «saber» gracianesco se resuelva en un ajustado desenvolvimiento maniobrero en la existencia: «Es esencial el método para saber y poder vivir». (Maravall, 1975: 137)
3.5.3. El gran teatro del mundo
El
estudio del teatro implica una complejidad singular por la doble dimensión literaria, obra escrita, y espectacular, signos que intervienen en una virtual
representación (acotaciones, exigencias kinésicas y proxémicas), inherente al
género en cuestión (Bobes, 1987).
Asimismo, la prudencia debe imperar en todo acercamiento a las tablas del siglo
XVII dada la numerosísima producción escrita, representada y publicada de la
época. Por lo tanto, esta parcial y necesariamente incompleta aproximación al
teatro del Siglo de Oro incide sobre tres puntos concretos: la mentada
dimensión espectacular y lo que esto conlleva (es decir, los espacios de
representación), la novedad que este supuso en la evolución del género y, por
último, el carácter didáctico de la dramatización
en el aula. La necesidad de trabajar este último aspecto hace tiempo que viene
siendo tildada de incuestionable para la mejora de la competencia comunicativa
del alumnado; y, sin embargo, aún hay amplio margen de mejora.
Nadie duda de la importancia que el teatro tuvo en la España barroca. A fin de cuentas, las obras predominantemente religiosas y profanas (cultas y populares) que se suceden durante la Edad Media y el Renacimiento no representan sino los cimientos, aunque sólidos (Juan del Encina, Lucas Fernández, Gil Vicente, Torres Naharro, o el propio Miguel de Cervantes), de lo que hubiera de erigirse como el entretenimiento preferido de todas las clases sociales del momento (INTEF, 2009). De este modo, desde la ya mentada tesis de formación del primer campo literario español en la época (Gutiérrez, 2005), se ha de incidir en cómo sendos planos literario y espectacular fueron influenciados por un principio estético que, a su vez, estaba ligado a un condicionamiento económico: un negocio que implica a poetas, autores, compañías, empresarios… y público. Dejando para un desarrollo ulterior el aspecto literario, considero que una captación de todo alumno por introducirlos en esa dimensión espectacular del género; y, en este sentido, es importante señalar la profesionalización de las diversas compañías de teatro, la descripción del propio acto social de ir al teatro y, muy ligado al mismo, las características de los corrales de comedias en sí. Si bien fuera más significativa una visita física a uno de estos lugares, es más accesible un acceso virtual a este lugar.
Nadie duda de la importancia que el teatro tuvo en la España barroca. A fin de cuentas, las obras predominantemente religiosas y profanas (cultas y populares) que se suceden durante la Edad Media y el Renacimiento no representan sino los cimientos, aunque sólidos (Juan del Encina, Lucas Fernández, Gil Vicente, Torres Naharro, o el propio Miguel de Cervantes), de lo que hubiera de erigirse como el entretenimiento preferido de todas las clases sociales del momento (INTEF, 2009). De este modo, desde la ya mentada tesis de formación del primer campo literario español en la época (Gutiérrez, 2005), se ha de incidir en cómo sendos planos literario y espectacular fueron influenciados por un principio estético que, a su vez, estaba ligado a un condicionamiento económico: un negocio que implica a poetas, autores, compañías, empresarios… y público. Dejando para un desarrollo ulterior el aspecto literario, considero que una captación de todo alumno por introducirlos en esa dimensión espectacular del género; y, en este sentido, es importante señalar la profesionalización de las diversas compañías de teatro, la descripción del propio acto social de ir al teatro y, muy ligado al mismo, las características de los corrales de comedias en sí. Si bien fuera más significativa una visita física a uno de estos lugares, es más accesible un acceso virtual a este lugar.
Aun
cuando es menester señalar la pervivencia de un teatro religioso, instrumento
de la Contrarreforma, la didáctica del teatro de esta época debe centrarse en
sendos teatros cortesanos, cargados de innovaciones escenográficas, y sobre
todo popular: el teatro de los corrales, el espectáculo por excelencia. Frente
a lo sucedido en la poesía, que como ya fuera presentada centraba su novedad en
el elitismo y la erudición poética que Góngora marca, el espacio teatral
predominante marca su singularidad por su popularidad como género dirigido,
fundamentalmente, al ocio del vulgo.
Esto es lo que, más allá de su amplísima producción aún incompleta[10]
y su licenciosa vida, hacen a Félix Lope de Vega y Carpio merecedor de un lugar
destacado en esta unidad didáctica. Partiendo de la poética explicitada en el Arte nuevo de hacer comedias, se hará
hincapié en la antiaristotélica, o antinormativa,
exitosa fórmula del Fénix de los ingenios:
|
Y, cuando he de escribir una comedia, |
La
fórmula de Lope para su comedia nueva
no está exenta de detractores; y, de hecho, se enfrentará a ella con fervor
aquel cuyo teatro, extemporáneo y heterodoxo, representa el alter ego del Fénix: Miguel de Cervantes
(García Maestro, 2013). De hecho, tal
oposición explica en gran parte la creación por parte del primero del texto
citado en las líneas inmediatamente precedentes. Tal arte nuevo que rompe los
preceptos es el que triunfa: ataca las reglas clásicas de las tres unidades,
define la tragicomedia a partir de una amalgama de elementos hasta entonces
inconcebible, muestra la concepción tripartita de sus obras, así como la
variedad métrica y tipificación de personajes de esta, y otras tantas
innovaciones (Arellano, 2010). La naturalidad de este teatro merece
ser presentada a los alumnos a partir de su propia representación, de ahí que
en esta unidad trate de priorizar el contenido audiovisual sobre la propia
explicación teórica. Es por ello por lo que el material más adecuado para
presentar el teatro de Lope de Vega es, a mi juicio, el audiovisual preparado
por profesora de la UNED Ana Suárez Miramón sobre La viuda valenciana. Si bien sus planteamientos pueden ser
excesivamente complejos, el docente incidirá en cuáles de ellos son los
esenciales.
No obstante, no solo de Lope vive el Barroco; y, de hecho, sería imprudente no presentar a Pedro Calderón de la Barca. Si bien su figura no es tan excéntrica como la de Lope, desde un modus operandi en sus comedias iniciales similar al de este, es el responsable de una evolución en sus tragedias y autos sacramentales, donde el honor, el poder o la libertad pasan a un primer plano (INTEF, 2009). Su presentación, asimismo, también se podría hacer a partir de un material audiovisual elaborado por la misma profesora. El bloque de contenidos presentados se podría cerrar con el desarrollo de una dramatización por parte de los alumnos: un reto para contribuir a la formación del alumnado, para contrarrestar una carencia expresiva preocupante y procurar el desarrollo de esta forma de expresión artística.
No obstante, no solo de Lope vive el Barroco; y, de hecho, sería imprudente no presentar a Pedro Calderón de la Barca. Si bien su figura no es tan excéntrica como la de Lope, desde un modus operandi en sus comedias iniciales similar al de este, es el responsable de una evolución en sus tragedias y autos sacramentales, donde el honor, el poder o la libertad pasan a un primer plano (INTEF, 2009). Su presentación, asimismo, también se podría hacer a partir de un material audiovisual elaborado por la misma profesora. El bloque de contenidos presentados se podría cerrar con el desarrollo de una dramatización por parte de los alumnos: un reto para contribuir a la formación del alumnado, para contrarrestar una carencia expresiva preocupante y procurar el desarrollo de esta forma de expresión artística.
3.6. La gran novedad de la novela: Quijote, hoy
Si
ingente es la producción teatral del Siglo de Oro, tantísimo más lo es aquella
de corte académico en torno a la pluma de Cervantes; autoridad literaria que
sigue nutriendo una pluralidad de enfoques inabarcable sobre el caballero de la
triste figura. Por ello, de una forma no exenta de ironía puesto que se trata
de una de las primeras manifestaciones de la etapa en términos cronológicos,
podríamos cerrar esta selección de contenidos con una aproximación a la vitalidad de que goza, y con toda
seguridad dada su canonicidad gozará en tiempos futuros, el Don Quijote de la Mancha (San José Lera, 2006). El epígrafe con el
que cierro esta selección ejemplifica, pues, lo que he pretendido a lo largo de
la misma: la permanente conexión entre el clasicismo literario y la actualidad,
la comprensión del hecho literario como una forma de entender el mundo desde
una perspectiva estética diferenciadora. En suma, ¿qué es el Quijote sino una lectura clásica y, como
tal, de permanentemente actualidad?
La literatura verdaderamente ‘clásica’ no necesita el marketing consumista con que las políticas burguesas intentan controlar el canon de lecturas, tampoco la imposición escolar donde se pretende encorsetar sus obras libres en reglas académicas. Lo único que ha necesitado es tiempo para demostrar que siguen existiendo lectores apasionados con ella que insuflan vida nueva a sus palabras […] discurre como agua que sacia la sed de conocimiento de cada persona, y su lectura comprensiva debe encauzarse hacia la generación de sentido en las expectativas significativas del lector singular. (Caro & González, 2013: 195) Desde esta
perspectiva, dejando a un lado justificaciones filológicas que durante siglos
han incidido en señalar el valor y el interés de la obra cervantina ya
conocidas, trataremos de, al igual que en propuestas didácticas previas (Mendoza, 2005), motivar la comprensión
de tales alabanzas por parte del alumnado. Así, en este último bloque de
contenidos propongo, a partir tanto del propio texto cervantino como sobre todo
de recreaciones contemporáneas, sembrar en el lector la semilla de una
atracción por una obra de múltiples niveles de lectura.
|
De este
modo, el docente podría presentar un esquema mínimo con datos de la obra para,
inmediatamente, pasar al contacto directo con los fragmentos artísticos de la
misma o aquellos construidos a partir de esta. Para ello, y de forma coherente
con el carácter eminentemente humorístico con el que fuera recibida la obra en
la época (Rico, 2005),
considero prioritaria la introducción de recreaciones irónicas y sarcásticas,
pasajes de especial carga paródica, y contenido audiovisual que complemente lo
meramente textual. Es decir: beneficiarnos de las iniciativas creativas, de la pervivencia del clásico en el saco
roto de sus hipertextos (Caro y González, 2013). Por ello,
recomendaría comenzar por presentar el particular currículum vitae de Miguel de
Cervantes elaborado por el argentino Federico Jeanmarie, para posteriormente
pasar a la introducción de la serie de televisión infantil que llevara las
aventuras del caballero a la pequeña pantalla y, tras enfrentarnos a una serie
de fragmentos textuales de la propia obra, relacionar los mismos con algunas de
las muchas tiras cómicas que Antonio Fraguas o Forges, reconocido lector de la
obra, ha realizado a lo largo de su trayectoria, o diversas adaptaciones
musicales del mismo, entre otros materiales varios.
Concluyendo con los contenidos propiamente dichos de la unidad didáctica, que junto a los objetivos propuestos y las estrategias metodológicas determinarán el éxito de esta unidad didáctica en el aula, y enlazando con la perspectiva adoptada para este último bloque, no puedo sino retomar lo que, insisto, constituye la base de mi propuesta didáctica: la educación literaria, un proceso de progresiva complejidad que procure el disfrute de los sucesivos niveles de lectura para la adecuada formación de unos hábitos lectores que trasciendan la mera duración del curso en cuyo seno se integren estos contenidos, para instaurar un espíritu crítico (Cerrillo y Senís, 2005). Al fin y al cabo, ¿qué es la literatura sino un universo libre que invita a disfrutar y pensar, tal y como el construido en torno a Alonso Quijano?
Concluyendo con los contenidos propiamente dichos de la unidad didáctica, que junto a los objetivos propuestos y las estrategias metodológicas determinarán el éxito de esta unidad didáctica en el aula, y enlazando con la perspectiva adoptada para este último bloque, no puedo sino retomar lo que, insisto, constituye la base de mi propuesta didáctica: la educación literaria, un proceso de progresiva complejidad que procure el disfrute de los sucesivos niveles de lectura para la adecuada formación de unos hábitos lectores que trasciendan la mera duración del curso en cuyo seno se integren estos contenidos, para instaurar un espíritu crítico (Cerrillo y Senís, 2005). Al fin y al cabo, ¿qué es la literatura sino un universo libre que invita a disfrutar y pensar, tal y como el construido en torno a Alonso Quijano?
4. ¿Conclusiones?
A lo largo de estas líneas, hemos trazado una propuesta
de contenidos que pudieran moldearse a la hora de establecer una serie de
contenidos para un determinado curso de literatura; y, sin embargo, creemos que
expone una imagen amplia de esa crucial etapa que es la literatura en el Siglo
de Oro desde un punto de vista que enfatiza lo sensorial, lo persuasivo de una
época. Creemos posible que diversos alumnos puedan comprender la complejidad
económica y social del siglo XVII, tan a menudo tildado de crítico, decadente,
laberíntico. Creemos viable una aproximación a la condición espectacular y
sensorial de las expresiones artísticas concebidas en una época en la que, al
igual que ocurre en la actual en que vivimos, reposa sobre una diferenciación
social más que evidente. Y, fundamentalmente, creemos viable el objetivo de
desarrollar un pensamiento crítico, autónomo, a través de su plasmación
artística: a partir de las novedades que merced al ingenio y el afán de
experimentación de la poesía, de la aguda prosa, de la antinormativa comedia
lopesca y el gran drama calderoniano. En definitiva, creemos viable formar en
su condición integral al alumno a través del medio que mayor potencialidad ha
tenido durante tantos años para promover conocimiento y disfrute de manera simultánea:
la lectura literaria.
El verdadero logro será que nuestros estudiantes recuerden de manera inolvidable que la literatura les ayudó a entender algo que no habían entendido antes, a ser más humanos y críticos, a tener referentes para darle coherencia al mundo. En definitiva, que los ayudó a crecer, a construir su subjetividad, y les proporcionó un tipo de experiencia y de lenguaje únicos, esencial a lo largo de sus vidas. (Sánchez Lozano, 2013: 54)
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[1] «La recepción pasiva incluye a la mayoría
anónima y silenciosa de los lectores que no comunican a la opinión
pública su experiencia receptiva; la recepción reproductiva es la de la
crítica, el ensayo, el comentario, etc., que colaboran en la transmisión
de una obra literaria; por fin, la recepción productiva es la de
aquellos escritores que estimulados por determinadas obras, literarias o de
otro tipo, crean una nueva obra de arte» (Martínez
Fernández, 1997: 194).
[2] En estas palabras se resume, quizás, la base cultural de nuestros tiempos: “¿Quién puede soportar una imagen más? Y ¿quién podría vivir sin una imagen más?” (González de Ávila, 2006: 302).
[3] “El texto literario es una concreción discursiva con intencionalidad estética, y cobra sentido mediante la actividad del lector competente (actualización lectora) que le confiera sentido” (Mendoza, 2004: 72).
[4] Insistimos en que el éxito formativo reside en la anhelada complementariedad metodológica reclamada desde la investigación e innovación educativas. Rechazar toda referencia histórica sería un grave error.
[5] Es de recibo señalar que la base de este artículo reside en una unidad didáctica diseñada para alumnos de 3º de ESO, realizada como Trabajo de Fin de Máster bajo la dirección de la profesora M.ª Dolores Martos. No obstante, teniendo en cuenta los objetivos de este proyecto, he considerado que la explicación pormenorizada de los contenidos seleccionados puede resultar harto más interesante para el público universitario.
[6] El enfoque sociológico de la literatura del francés es, a mi juicio, una de las perspectivas más lúcidas actualmente sobre el universo que fundamenta la práctica cultural en cualquiera de sus vertientes.
[7] Volveremos sobre la noción de que “no existió una oposición estilístico-ideológica entre culteranismo y conceptismo, entendidos como movimientos poéticos encarnados por Góngora y Quevedo. Este consenso actual de la crítica de que existía una homogeneidad de base en la poesía de ambos no ha de llevarnos a negar que existieran diferencias poéticas entre ellos” (Gutiérrez, 200: 63).
[8] Polifonía es un término tomado del ámbito musical que debemos a Bajtín, atribuido inicialmente a las novelas de Dostoievski, que en el plano literario refiere a la pluralidad de temas, líneas y en suma voces que se dan en un mismo artista o en algún aspecto de sus composiciones (Martínez Fernández, 1997).
[9] Cuya figura no hemos olvidado; sino que estamos reservando para exponer en relación al ámbito en el cual mayor repercusión supuso su irrupción para la evolución de la literatura: esto es, el teatro.
[10] Mujeres y criados es el relativamente reciente hallazgo de la Biblioteca Nacional atribuido a Lope.
[2] En estas palabras se resume, quizás, la base cultural de nuestros tiempos: “¿Quién puede soportar una imagen más? Y ¿quién podría vivir sin una imagen más?” (González de Ávila, 2006: 302).
[3] “El texto literario es una concreción discursiva con intencionalidad estética, y cobra sentido mediante la actividad del lector competente (actualización lectora) que le confiera sentido” (Mendoza, 2004: 72).
[4] Insistimos en que el éxito formativo reside en la anhelada complementariedad metodológica reclamada desde la investigación e innovación educativas. Rechazar toda referencia histórica sería un grave error.
[5] Es de recibo señalar que la base de este artículo reside en una unidad didáctica diseñada para alumnos de 3º de ESO, realizada como Trabajo de Fin de Máster bajo la dirección de la profesora M.ª Dolores Martos. No obstante, teniendo en cuenta los objetivos de este proyecto, he considerado que la explicación pormenorizada de los contenidos seleccionados puede resultar harto más interesante para el público universitario.
[6] El enfoque sociológico de la literatura del francés es, a mi juicio, una de las perspectivas más lúcidas actualmente sobre el universo que fundamenta la práctica cultural en cualquiera de sus vertientes.
[7] Volveremos sobre la noción de que “no existió una oposición estilístico-ideológica entre culteranismo y conceptismo, entendidos como movimientos poéticos encarnados por Góngora y Quevedo. Este consenso actual de la crítica de que existía una homogeneidad de base en la poesía de ambos no ha de llevarnos a negar que existieran diferencias poéticas entre ellos” (Gutiérrez, 200: 63).
[8] Polifonía es un término tomado del ámbito musical que debemos a Bajtín, atribuido inicialmente a las novelas de Dostoievski, que en el plano literario refiere a la pluralidad de temas, líneas y en suma voces que se dan en un mismo artista o en algún aspecto de sus composiciones (Martínez Fernández, 1997).
[9] Cuya figura no hemos olvidado; sino que estamos reservando para exponer en relación al ámbito en el cual mayor repercusión supuso su irrupción para la evolución de la literatura: esto es, el teatro.
[10] Mujeres y criados es el relativamente reciente hallazgo de la Biblioteca Nacional atribuido a Lope.