El Romancero. Difusión y Pervivencia
Dra. Cristina Castillo Martínez, Universidad de Jaén
Cómo se cita este artículo
Castillo Martínez, Cristina (2012). «El Romancero. Difusión y Pervivencia». SENSIGLORO. Sentido(s) de la Literatura del Siglo de Oro. Monografía 1. Disponible en: <http://sensigloro.weebly.com/>. [Acceso el XX/XX/XXXX]. I.S.S.N.: 2603-5960
Castillo Martínez, Cristina (2012). «El Romancero. Difusión y Pervivencia». SENSIGLORO. Sentido(s) de la Literatura del Siglo de Oro. Monografía 1. Disponible en: <http://sensigloro.weebly.com/>. [Acceso el XX/XX/XXXX]. I.S.S.N.: 2603-5960
1. Introducción
El Romancero tradicional pasa por ser una de las más importantes representaciones de la poesía popular hispánica. Su origen hay que buscarlo en algún punto desconocido de la Edad Media y, desde entonces y hasta ahora ha pervivido asumiendo modificaciones que le han llevado de la voz a la letra, del espacio de lo popular al de lo culto, del desprestigio a la dignificación, del elogio de la hazaña heroica al lamento amoroso. Y siempre, y a pesar de los muchos siglos de existencia, con la sencillez y frescura con la que surgió, porque los temas y el estilo empleado nos conducen hacia una forma directa de exposición narrativa y de expresión de los sentimientos. Pero en ese largo período de existencia ha adoptado diversas formas y nombres. Así hemos de hablar del Romancero viejo o antiguo (el originario, considerado una de las piezas señeras de la poesía española), del Romancero nuevo (creado a imitación de este en la segunda mitad del XVI y desarrollado en el XVII) y del Romancero oral de tradición moderna (surgido a partir del XIX).
Pero, ¿qué es el Romancero? Por romancero entendemos aquel grupo de composiciones poéticas, en un inicio épico-líricas, llamadas romances, caracterizadas por ser octosilábicas (aunque puede editarse en versos de dieciséis sílabas con cesura que los divide en dos hemistiquios), con rima asonante en los versos pares, dejando sueltos los impares, y formados por un número indeterminado de versos. Son composiciones populares y anónimas, de gran diversidad temática, que han atraído la atención de autores cultos de todas las épocas, desde las grandes plumas del Siglo de Oro a Jovellanos, Moratín, Zorrilla, Espronceda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Federico García Lorca, entre otros.
Pero, ¿qué es el Romancero? Por romancero entendemos aquel grupo de composiciones poéticas, en un inicio épico-líricas, llamadas romances, caracterizadas por ser octosilábicas (aunque puede editarse en versos de dieciséis sílabas con cesura que los divide en dos hemistiquios), con rima asonante en los versos pares, dejando sueltos los impares, y formados por un número indeterminado de versos. Son composiciones populares y anónimas, de gran diversidad temática, que han atraído la atención de autores cultos de todas las épocas, desde las grandes plumas del Siglo de Oro a Jovellanos, Moratín, Zorrilla, Espronceda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Federico García Lorca, entre otros.
2. Contexto histórico-literario: los orígenes
El primer problema importante que plantea el estudio de los romances es el de la determinación de sus orígenes. Cuestión que empezó a debatirse a partir del siglo XIX, y que se puede concretar en dos posturas contrarias, aunque siempre en relación con los cantares de gesta:
- Tesis individualista: La crítica romántica sostiene que los romances son el germen de los cantares de gesta de la épica española, por tanto, son anteriores e independientes de estos. A esta tesis se le denominó individualista, por entender que son creaciones individualizadas de autores cultos de desconocida identidad. Los defensores de esta teoría acercan la fecha del primer texto conservado a la de la creación poética de ese mismo texto.
- Tesis tradicionalista: Sin embargo, la interpretación más aceptada hoy es la de Ramón Menéndez Pidal —conocida como tesis tradicionalista—, para quien los romances son posteriores a los cantares de gesta. Serían fragmentos de estos que, por gustar especialmente al público, fueron repetidos por los juglares como poemas autónomos y, poco a poco, fueron fijándose en la memoria del público. La recitación resultaría más ágil y rápida que la de los cantares de gesta. Esa modificación de la forma llevaría aparejada una modificación del contenido, pues los romances, como veremos, no atienden sólo a la temática épica. A lo largo de ese proceso el romance no perdió nunca el carácter oral que tenía el cantar de gesta. El pueblo se convirtió, entonces, en guardián colectivo de un material poético que se conserva —como dice Menéndez Pidal— en “estado latente”, es decir, gracias a una tradición que asegura la persistencia de una poesía a través del tiempo. Más tarde, esos fragmentos constituyeron un género propio, el del romance. Y serían composiciones anónimas resultado de creaciones individuales.
3. Temas, estructuras, géneros, motivos
3.1. Romancero viejo
La clasificación general del Romancero viejo ha planteado siempre muchas dificultades, y las conclusiones a las que se ha llegado no han sido del todo satisfactorias, debido a la amplitud y complejidad del material que conservamos. Se han hecho distintos intentos de clasificación que obedecen a criterios temáticos. Uno de los más acertados es el que divide el Romancero en tres grandes grupos:
- Romances históricos: denominados así por poseer una base histórica probable, conocida o incluso documentada. Se incluirían en este apartado los llamados romances fronterizos que narran los episodios heroicos sucedidos en la frontera con los árabes en los últimos tiempos de la Reconquista, hechos sucedidos durante el último tercio del XIV y todo el XV, especialmente en los reinados de Juan II y de los Reyes Católicos. Llegaron a convertirse en noticiarios de los hechos ocurridos en aquella zona. La ficción en ellos es prácticamente nula. Es poesía basada en la historia y con marcado carácter nacional. Sirvan de ejemplo el Romance de Abenámar o el Romance del cerco de Baza.
- Romances épicos y literarios: se basan en cantares de gesta, en otros textos literarios y puede que hasta en la historia, pero una vez que esta ha sido elaborada literariamente. Sucede así con los romances sobre el rey don Rodrigo, el conde castellano Fernán González, o el Cid.
- Romances de aventuras (novelescos y líricos): narran sucesos de diversas clases y suelen estar relacionados con relatos y leyendas que aparecen en la literatura de ámbito universal. Las aventuras pueden ser amorosas, caballerescas, de venganzas familiares... Son ejemplo de ello el Romance de rosa fresca, el Romance de fonte-frida, el Romance del prisionero o el Romance del conde Arnaldos.
Estilo/características
Los romances antiguos se caracterizan por una serie de marcas personales que los hacen inconfundibles, independientemente de que se trate de un romance histórico, épico o de aventuras. Estas son algunas de las más importantes:
a) Sencillez
b) Brevedad
c) Sobriedad ornamental
d) Imitación de rasgos arcaicos de la épica:
f) Fórmulas (también heredadas de los cantares de gesta) que sirven para introducir el diálogo: las encontramos sobre todo al principio del verso y sirven como recurso mnemotécnico para los juglares: “Abenámar, Abenámar...”, “Fonte frida, fonte frida...”, “Rosa fresca, rosa fresca”.
g) Comienzo in medias res: “Rey don Sancho...”
h) Fragmentarismo: solo en algunos casos, como sucede en el Romance del conde Arnaldos. Lo que allí se nos quiere contar queda interrumpido de una manera abrupta dejando una puerta abierta a nuestra imaginación., aunque muchas veces obedece a razones extra-literarias.
i) Enumeración: como respuesta al deseo de nombrar y detallar la realidad: “cuatro traiciones ha hecho / y con esta serán cinco” (Romance del rey don Sancho).
Existen también variantes métricas, como el romancillo (de seis sílabas) o la endecha (de siete)
a) Sencillez
b) Brevedad
c) Sobriedad ornamental
d) Imitación de rasgos arcaicos de la épica:
- Conservación f- inicial: “con un falcón en la mano”, “que la mar facía en calma” (Romance del conde Arnaldos), “¿Quién vos ha fecho pesar?” (Romance de Moriana y el moro Galván).
- Pronombre vos átono “cuando vos tuve” (Romance de fonte-frida).
- Desinencias verbales en -ades, -edes en lugar de -áis, -éis “Cuatrocientos sois los míos / los que comedes mi pan” (Romance de Bernardo del Carpio) “que érades casado, amigo” (Romance de rosa fresca).
- Uso del artículo ante posesivo: “Con cartas en la su mano / en que socorro pedía” (Romance de Antequera).
- Vocativo precedido de artículo: “Dígasme tú, el caballero” (Romance de los infantes de Lara), “Dígasme tú, el ermitaño (Romance de Lanzarote), “¿Dónde vas, el caballero?” (Romance del palmero).
f) Fórmulas (también heredadas de los cantares de gesta) que sirven para introducir el diálogo: las encontramos sobre todo al principio del verso y sirven como recurso mnemotécnico para los juglares: “Abenámar, Abenámar...”, “Fonte frida, fonte frida...”, “Rosa fresca, rosa fresca”.
g) Comienzo in medias res: “Rey don Sancho...”
h) Fragmentarismo: solo en algunos casos, como sucede en el Romance del conde Arnaldos. Lo que allí se nos quiere contar queda interrumpido de una manera abrupta dejando una puerta abierta a nuestra imaginación., aunque muchas veces obedece a razones extra-literarias.
i) Enumeración: como respuesta al deseo de nombrar y detallar la realidad: “cuatro traiciones ha hecho / y con esta serán cinco” (Romance del rey don Sancho).
Existen también variantes métricas, como el romancillo (de seis sílabas) o la endecha (de siete)
3.2. Romancero nuevo
Todos estos romances, independientemente de la clasificación que se utilice, constituyen lo que se conoce como Romancero viejo o antiguo, de origen medieval, anónimo y transmitido por vía oral. Sobre la base de estos romances, escritores como Cervantes, Góngora, Quevedo o Lope de Vega crearon otros, fechados en los siglos XVI y XVII, y transmitidos de forma escrita. Es lo que se conoce como Romancero nuevo, que, desde el punto de vista temático, se puede clasificar en romances moriscos, pastoriles y de cautivos, aunque también encontraremos romances religiosos, históricos y paródicos.
Características
Sus características principales se pueden concretar de la siguiente manera:
a) Mantienen fórmulas, tópicos y el estilo propio del Romancero antiguo, aunque emplean un lenguaje más simbólico, con recursos como la metáfora, la paradoja, la antítesis o la metonimia, entre otros.
b) Suelen ser de mayor extensión que los romances viejos.
c) No presentan versiones truncas.
d) Están basados en crónicas, no en hechos antiguos.
e) Desde el punto de vista métrico, permiten la utilización de la rima consonante, aunque se vuelve continuamente a la asonancia. Muchos romances se disponen, por el contenido y la sintaxis, en cuartetas e incluyen estribillos, ambos aspectos favorecidos por la música de la que se acompañaban. Y, conforme pase el tiempo, llegarán a introducir otras formas métricas.
La corriente del Romancero nuevo surge en torno a 1580 y perdura hasta 1620 aproximadamente, asumiendo también la forma de la parodia.
Uno de los más importantes representantes del Romancero nuevo y uno de los escritores más prolíficos fue Lope de Vega, que rápidamente supo ver las posibilidades expresivas de este esquema que le brindaba la tradición para, entre otras cosas, verter muchas de sus experiencias personales. En el romance pastoril que comienza “Enamorado y celoso” (texto nº 3), un desdichado pastor se queja de la frialdad de su amada Belisa, nombre que utiliza el poeta en varias ocasiones para esconder a su esposa Isabel de Urbina, con quien se casó por poderes en 1588. Este poema de 60 versos comienza con la tercera persona y en seguida cede la palabra al desdichado pastor que lamenta la indiferencia de su amada y que ansía la muerte como único alivio al dolor, pues ni el consuelo en la naturaleza, a quien toma como confidente a través de sus elementos (árboles, plantas y peces), consigue calmarle. No es abundante la adjetivación en este romance, pero la que aparece está adecuadamente seleccionada con la intención de transmitirnos las sensaciones de dolor, queja y, sobre todo, frialdad de Belisa. Este último aspecto aparece manifestado por medio de tópicos ya conocidos en la literatura del Renacimiento. Así dice de ella “¿Posible es que mis suspiros / tus duros pechos no mueven…?”, “que ha más de diez años que te sirvo / y estás más fría que nieve”, algo subrayado también en los sustantivos “¿Cómo es posible que puedas / ser pedernal a mi fe”. Estas imágenes nos recuerdan los versos de la Égloga I de Garcilaso “¡Oh más dura que mármol a mis quejas / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve, Galatea!”.
Otro gran admirador del romancero viejo fue Luis de Góngora, del que se conocen más de cien romances, uno de los más conocidos es el que comienza: “Amarrado al duro banco / de una galera turquesca...” (texto nº 5), que trata el tema tan de moda entonces de los cautivos, en referencia a aquellos cristianos hechos prisioneros por los turcos y condenados a remar en sus galeras. De ahí la alusión a Dragut, célebre almirante otomano, sucesor de Barbarroja; al “cómitre”, encargado de dirigir las galeras; o a la “Religión”, es decir, la orden de Malta encargada de proteger las costas mediterráneas de los turcos y los berberiscos. También trató Góngora el tema pastoril en sus romances, aunque en más de una ocasión con sentido burlesco, como se puede apreciar en el texto número 4 de la selección. Hay una serie de elementos que nos introducen en ese mundo sin posibilidad de equívoco, como la alusión a varios ríos, la presencia de la naturaleza, y obviamente el protagonismo de los pastores, desdichados en el amor. Sin embargo el sesgo burlesco es evidente. Toda la composición se ha tomado como parodia de un pasaje del primer libro de La Diana de Jorge de Montemayor (1559), inicio de los libros de pastores:
a) Mantienen fórmulas, tópicos y el estilo propio del Romancero antiguo, aunque emplean un lenguaje más simbólico, con recursos como la metáfora, la paradoja, la antítesis o la metonimia, entre otros.
b) Suelen ser de mayor extensión que los romances viejos.
c) No presentan versiones truncas.
d) Están basados en crónicas, no en hechos antiguos.
e) Desde el punto de vista métrico, permiten la utilización de la rima consonante, aunque se vuelve continuamente a la asonancia. Muchos romances se disponen, por el contenido y la sintaxis, en cuartetas e incluyen estribillos, ambos aspectos favorecidos por la música de la que se acompañaban. Y, conforme pase el tiempo, llegarán a introducir otras formas métricas.
La corriente del Romancero nuevo surge en torno a 1580 y perdura hasta 1620 aproximadamente, asumiendo también la forma de la parodia.
Uno de los más importantes representantes del Romancero nuevo y uno de los escritores más prolíficos fue Lope de Vega, que rápidamente supo ver las posibilidades expresivas de este esquema que le brindaba la tradición para, entre otras cosas, verter muchas de sus experiencias personales. En el romance pastoril que comienza “Enamorado y celoso” (texto nº 3), un desdichado pastor se queja de la frialdad de su amada Belisa, nombre que utiliza el poeta en varias ocasiones para esconder a su esposa Isabel de Urbina, con quien se casó por poderes en 1588. Este poema de 60 versos comienza con la tercera persona y en seguida cede la palabra al desdichado pastor que lamenta la indiferencia de su amada y que ansía la muerte como único alivio al dolor, pues ni el consuelo en la naturaleza, a quien toma como confidente a través de sus elementos (árboles, plantas y peces), consigue calmarle. No es abundante la adjetivación en este romance, pero la que aparece está adecuadamente seleccionada con la intención de transmitirnos las sensaciones de dolor, queja y, sobre todo, frialdad de Belisa. Este último aspecto aparece manifestado por medio de tópicos ya conocidos en la literatura del Renacimiento. Así dice de ella “¿Posible es que mis suspiros / tus duros pechos no mueven…?”, “que ha más de diez años que te sirvo / y estás más fría que nieve”, algo subrayado también en los sustantivos “¿Cómo es posible que puedas / ser pedernal a mi fe”. Estas imágenes nos recuerdan los versos de la Égloga I de Garcilaso “¡Oh más dura que mármol a mis quejas / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve, Galatea!”.
Otro gran admirador del romancero viejo fue Luis de Góngora, del que se conocen más de cien romances, uno de los más conocidos es el que comienza: “Amarrado al duro banco / de una galera turquesca...” (texto nº 5), que trata el tema tan de moda entonces de los cautivos, en referencia a aquellos cristianos hechos prisioneros por los turcos y condenados a remar en sus galeras. De ahí la alusión a Dragut, célebre almirante otomano, sucesor de Barbarroja; al “cómitre”, encargado de dirigir las galeras; o a la “Religión”, es decir, la orden de Malta encargada de proteger las costas mediterráneas de los turcos y los berberiscos. También trató Góngora el tema pastoril en sus romances, aunque en más de una ocasión con sentido burlesco, como se puede apreciar en el texto número 4 de la selección. Hay una serie de elementos que nos introducen en ese mundo sin posibilidad de equívoco, como la alusión a varios ríos, la presencia de la naturaleza, y obviamente el protagonismo de los pastores, desdichados en el amor. Sin embargo el sesgo burlesco es evidente. Toda la composición se ha tomado como parodia de un pasaje del primer libro de La Diana de Jorge de Montemayor (1559), inicio de los libros de pastores:
“Y estando en esto, sacó del seno un papel donde tenía envueltos unos cordones de seda verde y cabellos (¡y qué cabellos!), y poniéndolos sobre la verde hierba, con muchas lágrimas sacó su rabel, no tan lozano como lo traía al tiempo que de Diana era favorecido, y comenzó a cantar lo siguiente: |
Son varios los elementos sobre los que se sustenta la parodia, partiendo de los propios nombres de los pastores, en absoluto refinados: Galayo y Teresona. Él es un yegüero cuyas quejas se convierten en eructos enamorados (regüeltos amartelados). Y las prendas de ella (cabellos, carta y retrato) son respectivamente de esparto, “papelón de estraza” y “anjeo” o lienzo basto. Por eso no ha de extrañar que las quejas de él en la deshecha final adopte también este tono burlesco, en comparación con el tono delicado del pastor Sireno de La Diana.
4. Difusión / Transmisión
El Romancero es esencialmente oral. Los romances eran cantados o recitados por juglares que solían acompañarse de algún instrumento. Y esa oralidad, sustentada en la voz colectiva del pueblo, es la que ha permitido que resista al paso del tiempo, aunque en variantes, recreado y modificado en cada una de sus recitaciones, tal y como expuso Menéndez Pidal. No obstante, gran parte de los romances castellanos solo han llegado hasta nosotros a través de la tradición escrita en pliegos sueltos, en cancioneros de romances, recopilaciones o antologías varias, por medio de un interesante proceso de dignificación, ya que estas composiciones, en principio desprestigiadas por su vinculación con el vulgo, como lo dio a entender el Marqués de Santillana (2ª mitad XV) en su Prohemio y Carta, al decir que “Infimos son aquellos que sin ningund orden, regla nin cuento fazen estos romançes e cantares de que las gentes de baxa e gentil condiçion se alegran”, llegaron a ponerse de modo con el paso del tiempo, hasta el punto de adentrarse en la corte y en los espacios de trabajo de escritores cultos. Este proceso justifica que el romance se incluyera en cancioneros. La primera vez que esto sucedió fue en el Cancionero general (h. 1511) de Hernando del Castillo, en el que aparecieron varios romances entre composiciones poéticas de muy distinta índole. No habrían de pasar muchos años para que el impresor Martín Nucio decidiera publicar por vez primera una recopilación exclusiva de romances, Romancero (Amberes, 1547-1549).
Estas composiciones, entonadas en un principio por juglares y por la gente del pueblo, asumieron también la forma musical de la corte y, así, maestros de música como Alonso de Mudarra, Diego Pisador, Luis Milán, Luis de Narváez o Francisco de Salinas optaron por incluir algunos de los más conocidos en sus libros de enseñanza de vihuela. Si bien es verdad, los romances vieron alterada en parte su estructura al adaptarlos a las exigencias musicales. Sirva de ejemplo la versión del Romance del Conde Claros, musicado por Francisco Salinas en su De musica libri septem (1577) e interpretada por La Capella Reial de Catalunya - Hespérion XXI, bajo la dirección del musicólogo Jordi Savall.
Con el paso del tiempo y el cambio de gusto, se empezó a tomar conciencia de que el Romancero era un género antiguo, de ahí su denominación. Y al cultivarlo escritores como Góngora, Cervantes o Lope el romancero dejó de ser popular y se convirtió en un romancero culto, un romancero nuevo, que empezó a difundirse en la década de los 80. De Lope es el conocido romance morisco “Sale la estrella de Venus” (1583), de Góngora “Ensíllenme el potro rucio” (1585) parodia de otro de Lope. Y en 1589 aparece la Primera parte de la Flor de varios romances nuevos y canciones ahora nuevamente recopilados de diversos autores, por Pedro de Moncayo (1589), a la que seguirán sucesivas partes. Pero la transición entre el romancero viejo y el nuevo la llevó a cabo Juan de Timoneda en 1573 con su Rosa de amores, Rosa española, Rosa gentil y Rosa real. Y Lucas Rodríguez con su Romancero historiado (1582).
Con el paso del tiempo y el cambio de gusto, se empezó a tomar conciencia de que el Romancero era un género antiguo, de ahí su denominación. Y al cultivarlo escritores como Góngora, Cervantes o Lope el romancero dejó de ser popular y se convirtió en un romancero culto, un romancero nuevo, que empezó a difundirse en la década de los 80. De Lope es el conocido romance morisco “Sale la estrella de Venus” (1583), de Góngora “Ensíllenme el potro rucio” (1585) parodia de otro de Lope. Y en 1589 aparece la Primera parte de la Flor de varios romances nuevos y canciones ahora nuevamente recopilados de diversos autores, por Pedro de Moncayo (1589), a la que seguirán sucesivas partes. Pero la transición entre el romancero viejo y el nuevo la llevó a cabo Juan de Timoneda en 1573 con su Rosa de amores, Rosa española, Rosa gentil y Rosa real. Y Lucas Rodríguez con su Romancero historiado (1582).
5. Pervivencia del romancero
El interés por el romancero continuó, aunque en menor medida, a lo largo del siglo XVIII. Algunos de sus más importantes cultivadores fueron Meléndez Valdés, Nicolás y Leandro Fernández de Moratín o Manuel José Quintana. No obstante fue en el siglo XIX cuando se le prestó una mayor atención no solo cultivándolo, sino volviendo la mirada hacia el romancero de siglos anteriores para recuperarlo como parte de nuestra tradición al considerarlo el verdadero espíritu del pueblo. A esa tarea contribuyeron, entre otros, Antonio Machado y Álvarez (padre) y Francisco Rodríguez Marín, aunque el gran impulsor de esta labor de recopilación fue Ramón Menéndez Pidal quien, a partir de 1900, rescató una considerable cantidad de romances de tradición oral no solo en España, sino también en Hispanoamérica, e incluso de los desperdigados por los judíos sefardíes. Y todo a partir de su viaje de boda pues, según cuenta, durante su estancia en Burgo de Osma él y su esposa escucharon cantar el “Romance de la muerte del príncipe don Juan” a una criada. Lo que le llevó a seguir indagando en esa tradición oral que había mantenido en estado latente la cultura del pueblo.
A la muerte del matrimonio, se quedó como depositario su nieto Diego Catalán, quien fundó el Seminario Menéndez Pidal para albergar y estudiar el material recopilado. Hoy día existe una página web (http://www.ucm.es/info/iusmp/romaniu.htm), todavía en construcción, que pretende recoger, según se indica, “los textos (versiones) de romances manuscritos o impresos en los siglos XV, XVI y XVII y los textos (o versiones) de romances editados o inéditos coleccionados en los siglos XVIII, XIX y XX, la mayor parte de ellos procedentes de la tradición oral”.
Pero, además de esa labor recopiladora, es necesario mencionar a varios autores cultos que, a comienzos del XX, decidieron cultivarlos, el caso más señero es el de Federico García Lorca, quien, junto con otros poetas del 27, se impregnaron de la magia de lo popular, echando mando de formas métricas y motivos procedentes de la tradición, aunque los temas tratados eran otros.
En la actualidad, pocos poetas cultivan el romance, no obstante, aunque cada vez más escasos, siguen quedando vestigios de la tradición romancística y son varios los investigadores, antropólogos, folkloristas y filólogos preocupados por la conservación, recopilación y estudio tanto del romancero antiguo como del romancero de tradición oral. Uno de los proyectos que se pueden consultar en red es el Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico (Universidad de Washington) http://depts.washington.edu/hisprom/espanol/, que incluye bibliografía crítica del género, una base de datos de romances documentados por el mundo desde el siglo XV, así como reproducciones musicales de recitaciones originales y su notación musical.
A la muerte del matrimonio, se quedó como depositario su nieto Diego Catalán, quien fundó el Seminario Menéndez Pidal para albergar y estudiar el material recopilado. Hoy día existe una página web (http://www.ucm.es/info/iusmp/romaniu.htm), todavía en construcción, que pretende recoger, según se indica, “los textos (versiones) de romances manuscritos o impresos en los siglos XV, XVI y XVII y los textos (o versiones) de romances editados o inéditos coleccionados en los siglos XVIII, XIX y XX, la mayor parte de ellos procedentes de la tradición oral”.
Pero, además de esa labor recopiladora, es necesario mencionar a varios autores cultos que, a comienzos del XX, decidieron cultivarlos, el caso más señero es el de Federico García Lorca, quien, junto con otros poetas del 27, se impregnaron de la magia de lo popular, echando mando de formas métricas y motivos procedentes de la tradición, aunque los temas tratados eran otros.
En la actualidad, pocos poetas cultivan el romance, no obstante, aunque cada vez más escasos, siguen quedando vestigios de la tradición romancística y son varios los investigadores, antropólogos, folkloristas y filólogos preocupados por la conservación, recopilación y estudio tanto del romancero antiguo como del romancero de tradición oral. Uno de los proyectos que se pueden consultar en red es el Proyecto sobre el Romancero pan-hispánico (Universidad de Washington) http://depts.washington.edu/hisprom/espanol/, que incluye bibliografía crítica del género, una base de datos de romances documentados por el mundo desde el siglo XV, así como reproducciones musicales de recitaciones originales y su notación musical.
6. Selección de Textos
Romancero viejo
Texto 1
Romance de rosa fresca —Rosa fresca, rosa fresca, |
Texto 2A
Romance de Valdovinos Por los caños de Carmona, |
Texto 2B
Romance de Valdovinos Tan claro hace la luna |
Romancero nuevo
Texto 3
Lope de Vega Enamorado y celoso |
Texto 4
Luis de Góngora En la pedregosa orilla |
Texto 5
Luis de Góngora Amarrado al duro banco |
Ejercicios
- ¿Qué vinculación tienen los romances con los cantares de gesta?
- La lectura del Romancero viejo nos traslada a una época lejana, ¿a través de qué elementos?
- Identifica las características propias del Romancero viejo en el Romance de rosa fresca y señala a qué tipo de romance pertenece desde el punto de vista temático. ¿Crees que el final es abrupto?
- El romance de Valdovinos tiene su origen en la Chanson des Saisnes de Juan Bodel. En el texto, se une el estilo indirecto y directo. Observa que el primero corresponde a un narrador en 3ª persona que abre la estructura del texto. Qué forma de expresión predomina, ¿la narración o la descripción? En 1536 el compositor y vihuelista Luis de Milán lo adaptó musicalmente. Se conservan las partituras en su libro Libro de musica de vihuela de mano, intitulado el Maestro. Tómate unos minutos para disfrutar de esta adaptación musical http://www.youtube.com/watch?v=doENz0iET_c
- Compárense las dos versiones escritas del Romance de Valdovinos. ¿Son significativas? ¿Afectan al contenido?
- Analiza la función que desempeña en el romancero las precisiones temporales y el simbolismo de la naturaleza.
- El romance de Lope “Enamorado y celoso” aparece distribuido tipográficamente en estrofas y además contiene estribillo, como era habitual en el Romancero nuevo. ¿Qué tipo de estrofa es la empleada? ¿Qué función cumple el estribillo? Compara el empleo de estribillo y estrofas del Romancero nuevo con el Romancero viejo.
- ¿Dónde percibes más recursos retóricos, en el Romancero viejo o en el Romancero nuevo? Razona la respuesta aduciendo ejemplos.
- ¿Cuáles son las principales vías de transmisión del romancero?
- ¿Qué elementos populares utilizan los autores cultos en sus romances?
- ¿Cuáles son las principales diferencias entre el romancero viejo y el nuevo?
- En buena parte de los romances predomina lo descriptivo, ¿a qué sentidos se apela para subrayar lo descrito? Adviértase el modo en que el pastor del romance de Lope “Enamorado y ausente” subraya la falta de correspondencia de Belisa. Compárese con otros.
- Compara los romances “Enamorado y ausente” de Lope y “En la pedregosa orilla” de Góngora, señalando las semejanzas y diferencias más sobresalientes. Fíjate que en ambos romances se apela al sentido del tacto. Advierte los términos que apelan a la frialdad en el poema de Lope y a lo áspero en el de Góngora y cómo a través de ellos se llega al sentido último de los poemas.
- ¿De qué manera se establece el contraste entre la dura realidad y la delicadeza de los sentimientos en el romance “Amarrado al duro banco” de Góngora?
- Pregunta a los mayores de tu familia o a algún vecino (sobre todo en zonas rurales) si conocen algún romance. Quizá te sorprenda lo que escuches, como le sucedió a Menéndez Pidal en su viaje de novios haciendo la ruta del Cid, cuando toparon con una señora, en Burgo de Osma, que les cantó una serie de romances (los primeros anotados en Castilla desde el Siglo de Oro), entre los que se encontraba uno desconocido de La muerte del príncipe don Juan.